El escarabajo de piedra

Trajiste el escarabajo de piedra de Egipto porque yo te lo pedí. Sería mi regalo de cumpleaños, ya era mayor, cinco años. Lo debí ver en una de esas películas tan pasadas de moda donde las pirámides y la arena son un mundo remoto y el recuerdo parece todo cuanto queda. Y a veces ni eso.

Me dijeron que pronto no serías consciente, que ya no recuerdas, que apenas ves, o si ves no asocias, pero aquí está, ya resquebrajado, el tiempo no pasa en balde ni siquiera para la piedra, o quizás la torpeza infantil siga grabada en ella, cuando se me cayó en Navidades, cuando quise escribir nuestros nombres. Peo ahora este escarabajo está vacío, pizarra agrietada condenada al trastero. Fuiste la pirámide de Egipto, el escarabjo de piedra, el padre. Pero ya no existe Egipto, el escarabajo está agrietado y yo soy madre, tú más abuelo que padre, o quizás ni abuelo ya, qué desgracia que el niño sea tan pequeño para no recordarte.

Y a pesar de todo, aunque el olvido perdurará al final, yo recordaré el padre que fuiste, el escarabajo de piedra, porque tu memoria flaquea y tus recuerdos se borran, pero los míos aún viven, y mientras vivan tú vivirás, mi efímero regalo, y vivirá también el escarabajo de piedra. Porque tú no ves, o ves pero no sabes, pero yo veo y sé, nuestro escarabajo, el que enterramos en el jardín para que mamá no lo tirase, el que intentamos pintar cuando quise ser artista, el que te escondí en la americana en tantas reuniones para que te diese suerte, el que ponías cada noche encima de la mesita para que espantase los fantasmas, el que trajiste a ver mi obra de teatro, el que me llevé a mi nueva casa para pensar en ti un poco cada día; él tan silencioso, resguardado entre telas o armarios pero siempre atento. El que te traje cuando entraste aquí, y esta vez no vino de Egipto, pero sí de un país de recuerdos, estos más lejanos si cabe. El que se despierta contigo cada mañana, al que miras nada más despertarte. Dicen que no ves, no sabes, yo digo sí ves, sí sabes, y aunque a menudo no recuerdes el escarabajo, a veces te veo sonreír desde más allá de Egipto.

LOS CHIKOS DEL MAÍZ PRESENTEN «LA ESTANQUERA DE SAIGÓN»

Hi ha artistes, ja siguin escriptors, poetes, pintors, escultors o músics, que no només intenten entretenir, sinó que per sobre de tot pretenen que la gent pensi. No conduir a la gent cap a l’exterior de sí mateixos, sinó cap al seu interior. Fer pensar en tot els que els envolta i en la seva posició en aquest entorn. El Nega (també conegut como Richie la Nuit), Toni el Sucio i Dj Bokah formen Los Chikos del Maíz i la seva música és un exemple d’aquest tipus d’art que busca remoure consciències i motivar a joves i vells a lluitar tant per ells mateixos com per la seva comunitat, el seu país, el seu poble, la seva família.

Les seves cançons no són aptes pels ben pensants. Socialistes progres, peperos engominats, convergents amb sentit de país, membres d’unió preocupats per les bones formes, «socialdemòcrates» d’esquerra republicana que ploren a les entrevistes de la ràdio, Jordis Cañas i Alberts Riveras en general, si no esteu disposats a treure-us la corbata i l’americana per un moment i a parar bé l’orella, no val la pena que els escolteu.

Los Chikos del Maíz fan música revolucionaria, però no són Pablo Hasél. A les seves lletres abunda el humor, l’autocrítica, referències a llibres i a pel•lícules (molt d’agrair: casi que són els únics que ho fan). Per això són capaços d’expressar la seva admiració per Charlton Heston i reiterar el seu compromís amb els principis de canvi social en la mateixa cançó. Los Chikos del Maíz són revolucionaris i artistes, igual que Vladimir Mayakovsky, el gran poeta de la Revolució Russa, i per això el seu compromís va més enllà d’ajudar al canvi polític i econòmic: arriba fins a la tercera Revolució, la de l’esperit, la que també guiava les passes de Mayakovsky. I això no és cosmologia barata. Això és ART.

Los Chikos del Maíz expressen el sentiment inconformista i ferit que tenen molts joves enfront del segle XXI, aquest en que tothom se suposa que ha de ser feliç. Amb la seva música desemmascaren les mentides i ajuden a altres a buscar les pròpies veritats, individuals o col•lectives. La seva música fa pensar. És art intel•lectual a la barra d’un bar. «La estanquera de Saigón». Escoltin el disc per Internet i si els agradi vagin a comprar-lo. El disc va acompanyat d’un llibre que conté un gran número de textos de persones a les que val la pena llegir. O millor, com diuen ells mateixos, vagin al Fnac i robin-lo. Ni quesigui per la tercera revolució.

Chicos del maiz

FONT FOTOGRAFIA: http://www.leonocio.es. D’esquerra a dreta: El Nega, Tony el Sucio i Dk Bokah. Els membres del grup de rap Los Chikos del Maíz.
Disc disponible a: https://www.youtube.com/watch?v=FtFdOCr7cUY

Les nits estrellades

Qui ho diria que després de fascinar-me la manera amb la que Van Gogh va poder plasmar
el centelleig de les llums de la nit, tremoloses sobre l’aigua, podria capturar la mateixa
sensació al cap de més de 100 anys, observant el Sena? Només podia ser a París.

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A l’esquerra, el Pont d’Arcola sobre el riu Sena. A la dreta, Starry night over the Rhone (Musée d’Orsay)

¿Recemos?

La semana sigue igual, arrutinas circulares.

Hoy me visto con lentes teñidas

y salto a un increíble (pues no lo es) vacío.

¡Nicanor y Pablo me quieren cerca! Y estoy tan lejos…

¡Recemos! ¿He cruzado la barrera?

Me duelen las rodillas y creo haber besado demasiados anillos.

Levántate y anda… Supongo que sí. ¿Innegable o atractivo?

Quizás solo acepto que después de cada día viene el siguiente.

Subconsciente rebelde, irracional o hasta inconsciente.

¿Escojo yo?

Creo que hoy ya no rezo.

Domingo

Domingo

La lija crónica pule mi lastre.

Aún estando lejos de la precisión quirúrgica

dicen que el viento de mi Señor trabaja mejor que nadie,

dejémosle jugar.

Golpes de embrague fugaz llevan  las  luces sepia a salir del mar                                                                                                                                                                                                                                 y vibrar en cromática alegoría.

Estrecheces próximas, paradójica felicidad.

Domingo de resurrección proclaman, que lo sea Señor,

¡Qué lo sea!

Huyendo

Nunca entendí cómo logró huir. Sus cadenas eran pesadas: la culpabilidad y mi deseo de venganza, y la justicia que amparaba mi cometido, una justicia que por una vez era universal, él se sabía infractor, y me sabía corrector. Pero desapareció el día de la condena, el día del veredicto. Fui a encontrarle a la plazoleta del pueblo, donde practicaba su magia de charlatán. Esperaba fuego, esperaba rayos y mendigos volando, a él desapareciendo entre humo para reaparecer. Pero allí no había nadie, ni siquiera el escenario de madera donde vi morir a mi mujer en su truco final.

Seguí su rastro turbio, cómo dificultaba mi persecución, pero no lo suficiente para que le perdiese la pista, como si ser consciente de su crimen le hiciese buscar el castigo, aunque lo temiese.

Al fin di con él, estaba en mi hogar, sentado en mi silla, escribiendo esta confesión antes que la soga se cerrase en mi cuello.

Tiempo I

Siberia nos dejó, y aún su olor se respira,                                                                                                   el rey de las polillas bendice ya la mesa                                                                                                     y el almendro alto y débil empieza a proclamar  su rosada fertilidad.

Pequeños pájaros con frac cruzan la visión.                                                                                         Mientras los trópicos se desplazan al norte                                                                               globalizando jardines con camusianas palmeras.

Él cambia; yo dejo atrás pilares resquebrajados (menudo inocente…)                                                   pruebo postres y sueño.

Primavera interna, aquí nadie me derrocará,                                                                                         soy y seré mi propio tirano